Esta mañana me he despertado con un ligero regusto amargo en la boca. Tampoco una sensación muy definida. Una intranquilidad, un desasosiego.
Últimamente mi sensibilidad se ha afinado sobremanera y no me deja cantearme un pelo sobre las cosas que tengo que hacer. Ya no hay forma de tomar atajos, pararse a descansar o hacer concesiones. Es molesto.
Durante un tiempo he pensado que el camino podía ser unirse de una forma diferente. Organizarse tangencialmente al estado. Esta visto que no. Además, no sirvo para formar grupos, o para ser parte de uno, no funciono bien.
Yo he nacido para la intimidad compartida. No para la soledad y yo conmigo misma, no para lo público. Sólo para la intimidad compartida. Mi mundo es un mundo de puertas para adentro. Un mundo que se vive en las penumbras, en la periferia. Un mundo femenino quizás hecho para descanso del hombre. Seda, colores intensos, olores dulces y frutales y especiados, murmullos. Un mundo suave, tierno, pero también fuerte. Me ha faltado todo el sostén femenino, todo ese mundo. Como a toda mi generación. Hemos tenido madres, nos ha faltado el serrallo, el mundo de las mujeres. En la igualdad, nos hicieron encajar en el molde masculino... y... qué hacemos con lo que somos?
Ahora somos lobas solitarias. Como mucho. En general, más bien, perrillas sarnosas. Mendigando. Esta sociedad está bastante enferma. Obsoleta, es un muerto viviente. Todavía no se ha dado cuenta de que la extinción masiva llegó. Y, bueno, a la porra la sociedad... pero vivimos en ella, y ella en nosotros. Echar fuera de nosotros esos montones de mierda que nos han metido durante años... cuesta.
Qué hacemos con el mundo de las mujeres? Dónde construimos lo que somos? Cómo dar salida a esa energía receptiva, blanda, acuosa y tan distinta de todo lo que nos han enseñado? Cómo levantarse, ser fuerte (a la manera en la que han sido fuertes tantas mujeres, sin conflicto, sin competencia, cediendo...) y vivir lo que eres?
Es difícil, cuando todas las manifestaciones femeninas han sido acalladas, o denostadas. Cuando la forma femenina de hacer las cosas suele ser un insulto o un defecto. Cuando la tarea femenina, antes respetada, es arrastrada por el fango. No es la forma antigua, que también tenía sus defectos, por supuesto, pero esto de ahora, desde luego, tampoco. Y, gran problema, lo de antes se tiene claramente por incorrecto, pero lo de ahora es perfecto y no puede ser criticado, no hay una base de discusión, no es políticamente correcto. Si no estás conforme es porque algo marcha mal en ti. La igualdad es la solución.
No quiero la igualdad. La igualdad es lo más injusto que nos ha podido pasar. No somos iguales. Todos tenemos nuestros mundos y sólo podemos encontrarnos y amarnos en la intimidad compartida.
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