Entrada

Pensando en algo que le pasa a mi hija (ciertos comportamientos suyos en relación con determinados ruidos), se me ocurrió un cuento que escribí en un cuaderno de tapas verdes que utilizo para recordar cosas importantes y felices.

Era un borrador, algo muy parecido al cuento que aparece en "Una mujer difícil" de Irving. No es el que aparece aquí.

Así que decidí abrir este blog como borrador, aunque sólo sea para este único cuento... quién sabe.

Es un cuento que tiene que ir ilustrado: es un cuento pensado a la antigua usanza, con tapas hermosas, hojas que se abren, dibujos que forman parte del mismo cuento (no un mero complemento), pocas palabras en cada página...

Y luego, por qué no?, si se me ocurre algo, si tengo algún impulso más... cualquier cosa, no sólo cuentos.

Este es mi castillo, el castillo de Hékate, un nombre que me acompaña desde que era una niña.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Un primer borrador sobre el ruido de Zoe

Érase una vez un ruido. Era un ruido de los que te hacen taparte los oídos.
Hasta aquí podríamos decir: "Bueno, un ruido alto".
A veces era un ruido alto, a veces no. No era siempre el mismo ruido, pero era siempre el mismo tipo de ruido: el tipo de ruido que te hace taparte los oídos.
Y los ojos: tenías que cerrar los ojos.
Si hubieras tenido cuatro manos, te hubieras tapado también los ojos. Pero como sólo tienes dos y con ese tipo de ruido las tienes ocupadas tapándote muy fuerte las orejas, te limitas a cerrar los ojos. Con ese tipo de ruido, es más importante utilizar las manos para ponértelas a ambos lados de la cabeza y apretar.
Así que cierras tus oídos y cierras tus ojos, pero el ruido sigue ahí fuera. Y lo peor de todo: tú lo sabes. Y eso hace que el ruido no sólo esté ahí fuera, sino que entre en tu cabeza: y ahí se queda.
Volvemos así al principio: érase una vez un ruido, un ruido de los que se mete en la cabeza.
Ese tipo de ruido es un poco difícil de describir. Puede ser un ruido que escuchas en la cocina de mamá: la batidora para el puré, la campana que se lleva los malos olores... una vez, lo recuerdo, fue ¡el horno! Y no es que el horno y su ventilador hagan un ruido muy fuerte, pero es ese tipo de ruido, el tipo de ruido que te hace tener ganas de salir corriendo y meterte debajo de la cama.
Ese tipo de ruido también puedes escucharlo por la calle, andando de la mano del abuelo, por ejemplo. Se puede oír cuando hay una obra cercana, cuando hay mucho tráfico en la carretera, o, incluso, cuando todo el mundo se divierte con el pasacalles de las fiestas del barrio. Pero a ti ese tipo de ruido te hace desear que llueva para no salir de casa.
Tú, mi pequeña, sabes muy bien de qué tipo de ruido se trata. Soy yo la que no lo comprendo. Tú lo distingues siempre: no se te escapa ni uno. El tipo de ruido que te hace buscar los brazos de mamá y enterrar tu cabeza en mi pecho. Y yo querría abrazarte tan fuerte que nunca más escucharas un ruido de esos. Pero mamá no puede evitarte esos ruidos, por mucho que lo desee: siempre estarán ahí. Y mamá o papá o los abuelos estarán ahí para abrazarte... aunque no siempre.

1 comentario:

  1. En realidad no se parece tanto al cuento de Irving...
    Existe una conexión con esto del ruido y los niños pequeños...

    ResponderEliminar