Cuando llovía, salían los caracoles.
Llovía y llovía, la tierra se mojaba toda y, cuando ya dejaba de llover y el olor fértil del agua se extendía por todos los rincones... todos los caracoles comenzaban a salir.
Y si salía el sol un poquito tan solo... eso era una fiesta de caracoles.
Todos parecían iguales pero, si te fijabas, no era así. En primer lugar, los había muy grandes, que se arrastraban majestuosamente, dejando su rastro plateado de baba: estos eran un poco perezosos y muchas veces aparecían adormilados en medio de su camino, como si se hubieran olvidado de a dónde iban. Los había muy pequeños, de conchas blandas, un poco despistados: con estos había que ser muy cuidadoso, porque no se les podía apretar mucho pero corrían más. Pero en general eran todos medianos, persistentes en su caminar.
A la pequeña Raquel le gustaban los días de lluvia porque se quedaba en casa a verla caer y a jugar con su hermano y, porque al día siguiente, encontraría el patio lleno de caracoles y así podría hacer su granja.
Raquel salía encantada al patio, disfrutando de los rayitos de sol y contemplando todos sus caracoles, pensando que la esperaban para entrar a formar parte de su granja. Y cuidadosamente los iba recogiendo todos para ponerlos en la silla blanca. Cuando Raquel los cogía, se encogían en su concha y cuando los dejaba en la granja blanca, sacaban sus cuernecitos con curiosidad.
Y allí se pasaba Raquel todo el rato, observando a los caracoles, recogiendo a los que se escapaban, toda atareada. Un día me acerqué a la pequeña granjera de caracoles mientras realizaba sus tareas.
-"Pendones!" la oí decir.
Y me paré detrás de ella. "¿Pendones, Raquel?¿Quiénes?"
- "Estos caracoles pequeños se llaman pendones"
Me mostré muy interesada: "¿Y por qué se llaman pendones?"
Observé atentamente a esos pequeños caracoles que corrían tanto... para ser caracoles.
- "Porque se escapan todo el rato, por eso son pendones"
Entendí perfectamente a Raquel, esos caracoles eran unos pendones. Y la dejé allí, con su granja y el sol.
Entrada
Pensando en algo que le pasa a mi hija (ciertos comportamientos suyos en relación con determinados ruidos), se me ocurrió un cuento que escribí en un cuaderno de tapas verdes que utilizo para recordar cosas importantes y felices.
Era un borrador, algo muy parecido al cuento que aparece en "Una mujer difícil" de Irving. No es el que aparece aquí.
Así que decidí abrir este blog como borrador, aunque sólo sea para este único cuento... quién sabe.
Es un cuento que tiene que ir ilustrado: es un cuento pensado a la antigua usanza, con tapas hermosas, hojas que se abren, dibujos que forman parte del mismo cuento (no un mero complemento), pocas palabras en cada página...
Y luego, por qué no?, si se me ocurre algo, si tengo algún impulso más... cualquier cosa, no sólo cuentos.
Este es mi castillo, el castillo de Hékate, un nombre que me acompaña desde que era una niña.

Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Era un borrador, algo muy parecido al cuento que aparece en "Una mujer difícil" de Irving. No es el que aparece aquí.
Así que decidí abrir este blog como borrador, aunque sólo sea para este único cuento... quién sabe.
Es un cuento que tiene que ir ilustrado: es un cuento pensado a la antigua usanza, con tapas hermosas, hojas que se abren, dibujos que forman parte del mismo cuento (no un mero complemento), pocas palabras en cada página...
Y luego, por qué no?, si se me ocurre algo, si tengo algún impulso más... cualquier cosa, no sólo cuentos.
Este es mi castillo, el castillo de Hékate, un nombre que me acompaña desde que era una niña.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
sábado, 21 de mayo de 2011
jueves, 19 de mayo de 2011
Un borrador para un cuento para Ivo
Érase una vez una noche llena de blancura, pero dentro de casa se estaba calentito. Un manto mullido cubría los tejados, pero no las carreteras. Se notaba ese silencio que es el regalo de la nieve: un silencio que es más que ausencia de ruido, porque es como si se pegara a la piel y te diera un masaje y te dejara blandita y tranquila.
Era una noche preciosa, despejada, llena de estrellas, fría, hermosa. Una noche de invierno, tu noche.
En la habitación ya estaba preparada tu cuna: con toda la ropa hecha por mamá, las sábanas, la colcha, el protector... todo bordado, todo con tu nombre, esperando por ti.
Mamá dormía en la cama, tranquila, abrazada por papá. Si toda la casa hubiera sido un olor, habría sido olor a caramelo y miel. Si toda la habitación en la que dormíamos hubiera sido un color, verdes marinos y dorados. Era ese momento en el que todo está detenido, como conteniendo la respiración, el momento exacto antes de que pase algo importante. Y entonces todo cambió y mamá abrió los ojos y pensó: "ya está en camino, ya viene" y tocó a papá y le dijo: "nos vamos, ya viene". Pero no hubo revuelo ni nervios... ya sabíamos que este día llegaría y estábamos preparados. Emocionados y tranquilos nos aseamos y vestimos, cogimos la bolsa con todo lo que íbamos a necesitar y nos fuimos al hospital. Y cuando ya nos confirmaron que estabas llegando (cómo si no lo supiéramos ya!!!), llamamos a tus abuelos para que vinieran y estuvieran presentes.
Todo esto te lo hemos contado miles de veces y tú siempre pides que te lo repitamos: cómo mamá empujó, como al final naciste, todo húmedo y calentito, supongo que sorprendido... cómo te pusieron en los brazos de papá y él te acercó a mí. Mis primeras palabras maravilladas a tu papá: "es igualito a ti". Y cómo se me saltaron las lágrimas cuando papá te puso en mis brazos y sentí tu piel contra la mía.
Afuera ya hacía un sol maravilloso sobre los restos de la nieve, en ese día de invierno que es todo tuyo.
Pronto estuvimos juntos, nuestros olores mezclados, el tuyo tan maravilloso, desconocido y a la vez familiar. Tu boca acercándose voraz a mi pecho, otra vez unidos, aunque ya nunca más como antes. Ya dispuesto a vivir tu vida, todo potencialidad y futuro. Mi pequeño leoncito, con tus enormes ojos comiéndote el mundo.
Era una noche preciosa, despejada, llena de estrellas, fría, hermosa. Una noche de invierno, tu noche.
En la habitación ya estaba preparada tu cuna: con toda la ropa hecha por mamá, las sábanas, la colcha, el protector... todo bordado, todo con tu nombre, esperando por ti.
Mamá dormía en la cama, tranquila, abrazada por papá. Si toda la casa hubiera sido un olor, habría sido olor a caramelo y miel. Si toda la habitación en la que dormíamos hubiera sido un color, verdes marinos y dorados. Era ese momento en el que todo está detenido, como conteniendo la respiración, el momento exacto antes de que pase algo importante. Y entonces todo cambió y mamá abrió los ojos y pensó: "ya está en camino, ya viene" y tocó a papá y le dijo: "nos vamos, ya viene". Pero no hubo revuelo ni nervios... ya sabíamos que este día llegaría y estábamos preparados. Emocionados y tranquilos nos aseamos y vestimos, cogimos la bolsa con todo lo que íbamos a necesitar y nos fuimos al hospital. Y cuando ya nos confirmaron que estabas llegando (cómo si no lo supiéramos ya!!!), llamamos a tus abuelos para que vinieran y estuvieran presentes.
Todo esto te lo hemos contado miles de veces y tú siempre pides que te lo repitamos: cómo mamá empujó, como al final naciste, todo húmedo y calentito, supongo que sorprendido... cómo te pusieron en los brazos de papá y él te acercó a mí. Mis primeras palabras maravilladas a tu papá: "es igualito a ti". Y cómo se me saltaron las lágrimas cuando papá te puso en mis brazos y sentí tu piel contra la mía.
Afuera ya hacía un sol maravilloso sobre los restos de la nieve, en ese día de invierno que es todo tuyo.
Pronto estuvimos juntos, nuestros olores mezclados, el tuyo tan maravilloso, desconocido y a la vez familiar. Tu boca acercándose voraz a mi pecho, otra vez unidos, aunque ya nunca más como antes. Ya dispuesto a vivir tu vida, todo potencialidad y futuro. Mi pequeño leoncito, con tus enormes ojos comiéndote el mundo.
sábado, 14 de mayo de 2011
Dos mitos, dos cuentos
Estoy pensando en las ilustraciones para el ruido de Zoe, aunque también estoy con la recopilación de "La corte" (y a veces me parece algo tan ajeno lo que estoy transcribiendo... como si me hubieran dado algo escrito por otra persona, pero me relaja teclear), y con un par más de obligaciones y responsabilidades que me he grapado.
Mientras tanto, dos mitos y sus cuentos correspondientes: Eros y Psique (la bella y la bestia) y Pigmalión y Galatea (y sí, ya sé, el mito es escaso y dio lugar a una película, no a un cuento, pero realmente, qué cuento tan magnífico es "My fair lady").
En el caso de Eros y Psique, existen ríos de tinta que hablan sobre ese mito, ese cuento. El cuento, además, creo que toma los puntos fundamentales del cuento: el novio como algo que da miedo, el creador de paraísos (con la condición de no preguntar, no hablar, no crecer), la niña que acepta el trato (todo lo que desees, con mis condiciones), la imposibilidad de mantener estos paraísos durante mucho tiempo porque el mundo real y cotidiano irrumpe (las dos hermanastras), la capacidad de iluminación de Psique (de la que carece Eros)... etc, etc.
Hay alguna cosa importante que aparece en el mito y se pierde en el cuento: la más importante, Afrodita y todo el papel que cumple como representación del principio femenino primigenio, divino, inalcanzable, enfrentado con su "sustituta", que finalmente resultará la mediadora entre esa divinidad inasible y la realidad (y ese juego magnifíco en el que todos los obstáculos, impedimentos y maldades no son más que el impulso y ayuda: en su afán por mantener el "status quo", propicia el cambio); quizá un cuento tan complicado, con tantos matices, ya no podía "sostener" una madrastra, que es el obvio papel que le hubiera correspondido a Afrodita y, las dos hermanas, que no son más que la manifestación de lo cotidiano, lo común, asumen en parte ese papel. Otra cosa de la que creo que carece el cuento: que se pierden las "tareas" de Psique, y los caminos iniciáticos siempre tienen su importancia.
En cuanto a Pigmalión, como mito es más bien pobre, tirando a escasísimo. Y como cuento, no recuerdo ahora ninguno que se asemeje o que pueda basarse en este mito. Y sin embargo, "My fair lady"... cuánto hay ahí metido. Lo que pasa es que ahora no tengo ganas... ni puede que la tenga.
Esta mañana hacía un sol espléndido, la hemos dedicado a limpiar y despejar, a deshacernos de lo inservible, de lo acumulado sin sentido. Ahora llueve, qué bien que el tiempo acompañe, ilumine primero y lave después.
Mientras tanto, dos mitos y sus cuentos correspondientes: Eros y Psique (la bella y la bestia) y Pigmalión y Galatea (y sí, ya sé, el mito es escaso y dio lugar a una película, no a un cuento, pero realmente, qué cuento tan magnífico es "My fair lady").
En el caso de Eros y Psique, existen ríos de tinta que hablan sobre ese mito, ese cuento. El cuento, además, creo que toma los puntos fundamentales del cuento: el novio como algo que da miedo, el creador de paraísos (con la condición de no preguntar, no hablar, no crecer), la niña que acepta el trato (todo lo que desees, con mis condiciones), la imposibilidad de mantener estos paraísos durante mucho tiempo porque el mundo real y cotidiano irrumpe (las dos hermanastras), la capacidad de iluminación de Psique (de la que carece Eros)... etc, etc.
Hay alguna cosa importante que aparece en el mito y se pierde en el cuento: la más importante, Afrodita y todo el papel que cumple como representación del principio femenino primigenio, divino, inalcanzable, enfrentado con su "sustituta", que finalmente resultará la mediadora entre esa divinidad inasible y la realidad (y ese juego magnifíco en el que todos los obstáculos, impedimentos y maldades no son más que el impulso y ayuda: en su afán por mantener el "status quo", propicia el cambio); quizá un cuento tan complicado, con tantos matices, ya no podía "sostener" una madrastra, que es el obvio papel que le hubiera correspondido a Afrodita y, las dos hermanas, que no son más que la manifestación de lo cotidiano, lo común, asumen en parte ese papel. Otra cosa de la que creo que carece el cuento: que se pierden las "tareas" de Psique, y los caminos iniciáticos siempre tienen su importancia.
En cuanto a Pigmalión, como mito es más bien pobre, tirando a escasísimo. Y como cuento, no recuerdo ahora ninguno que se asemeje o que pueda basarse en este mito. Y sin embargo, "My fair lady"... cuánto hay ahí metido. Lo que pasa es que ahora no tengo ganas... ni puede que la tenga.
Esta mañana hacía un sol espléndido, la hemos dedicado a limpiar y despejar, a deshacernos de lo inservible, de lo acumulado sin sentido. Ahora llueve, qué bien que el tiempo acompañe, ilumine primero y lave después.
miércoles, 11 de mayo de 2011
El fin de la infancia
Hace un par de días, me vino a la cabeza un libro de Arthur C. Clarke que leí hace bastante tiempo. Creo que sólo lo he leído una vez y lo había olvidado completamente (o eso creía yo, pero ya se sabe cómo es la mente). No sé por qué me acordé de repente de este libro "El fin de la infancia", pero no sólo recordé casi toda la temática del libro, sino muchas emociones de las que van insertas, muchos puntos sensibles que se tocan.
Hay un resumen en wiki: El fin de la infancia en la wiki
Aparte de lo que pueda decir en este enlace hay ciertos puntos que a mí me llamaron fuertemente la atención y que son los que han venido a mi cabeza cuando he recordado este libro. Y esto son claramente "spoilers", pero advierto que no se pierde nada de nada por leer este libro.
- La evolución que se produce sólo se da en los niños, los adultos no pueden acceder a ella (lo mismo que no pueden acceder a ella los "facilitadores" cuyo representante es Karellan). Las emociones implicadas en esto son terribles, por parte de los padres y madres que ven cómo sus hijos dejan de ser entidades individuales (la pérdida de los hijos, pero también la imposibilidad de dar ese paso) y entran a formar parte de algo universal totalmente ajeno e inalcanzable, en esta suerte de salto evolutivo cualitativo.
- "Jeff y Jenny fueron los primeros, pero muy pronto se les unieron muchos otros. Como una epidemia, extendiéndose rápidamente de país a país, la metamorfosis infectó a toda la raza humana. No alcanzó prácticamente a nadie de más de diez años, y no se salvó prácticamente nadie de menos de esa edad. Era el fin de la civilización, el fin de los ideales que los hombres venían persiguiendo desde los origines del tiempo. En sólo unos pocos días la humanidad había perdido su futuro. Cuando a una raza se le priva de sus hijos, se le destruye el corazón, y pierde todo deseo de vivir."
Ningún niño viene a reemplazar a esa infancia transformada y al final, la misma Tierra se "sublima" para alimentar con sus átomos el impulso final que impulsa a esta nueva especie hacia el universo. La humanidad, como la misma Tierra, ha desaparecido. La crisálida se ha transformado y la mariposa ha volado, sin una sola mirada hacia atrás.
Algo que a mí me llamó poderosamente la atención: al principio, los facilitadores no quieren mostrarse y cuando lo hacen son la viva imagen de nuestra representación de los demonios. El hecho más traumático de la humanidad, su propia desaparición, se ve representada por estos demonios y el impacto es de tal magnitud que, como las ondas que se transmiten en un lago donde has arrojado una piedra, esta imagen permanece desde el principio de los tiempos como una representación de todo lo malvado.
Y ha sido este punto lo que trajo a la cabeza este libro. La concepción de que hay hechos (ya sea a nivel de humanidad o a nivel individual) que se producen en un determinado punto espacio temporal pero que sus efectos se trasladan, influyen y perciben en todas las dimensiones y al mismo tiempo.
Esto daría mucho que hablar sobre el libre albedrío, el determinismo, etc... y me parece que tiene que ver mucho con la física cuántica, tan de moda. Teniendo en cuenta que este libro se escribió en la década de los cincuenta, si no recuerdo mal...
miércoles, 4 de mayo de 2011
Un primer borrador sobre el ruido de Zoe
Érase una vez un ruido. Era un ruido de los que te hacen taparte los oídos.
Hasta aquí podríamos decir: "Bueno, un ruido alto".
A veces era un ruido alto, a veces no. No era siempre el mismo ruido, pero era siempre el mismo tipo de ruido: el tipo de ruido que te hace taparte los oídos.
Y los ojos: tenías que cerrar los ojos.
Si hubieras tenido cuatro manos, te hubieras tapado también los ojos. Pero como sólo tienes dos y con ese tipo de ruido las tienes ocupadas tapándote muy fuerte las orejas, te limitas a cerrar los ojos. Con ese tipo de ruido, es más importante utilizar las manos para ponértelas a ambos lados de la cabeza y apretar.
Así que cierras tus oídos y cierras tus ojos, pero el ruido sigue ahí fuera. Y lo peor de todo: tú lo sabes. Y eso hace que el ruido no sólo esté ahí fuera, sino que entre en tu cabeza: y ahí se queda.
Volvemos así al principio: érase una vez un ruido, un ruido de los que se mete en la cabeza.
Ese tipo de ruido es un poco difícil de describir. Puede ser un ruido que escuchas en la cocina de mamá: la batidora para el puré, la campana que se lleva los malos olores... una vez, lo recuerdo, fue ¡el horno! Y no es que el horno y su ventilador hagan un ruido muy fuerte, pero es ese tipo de ruido, el tipo de ruido que te hace tener ganas de salir corriendo y meterte debajo de la cama.
Ese tipo de ruido también puedes escucharlo por la calle, andando de la mano del abuelo, por ejemplo. Se puede oír cuando hay una obra cercana, cuando hay mucho tráfico en la carretera, o, incluso, cuando todo el mundo se divierte con el pasacalles de las fiestas del barrio. Pero a ti ese tipo de ruido te hace desear que llueva para no salir de casa.
Tú, mi pequeña, sabes muy bien de qué tipo de ruido se trata. Soy yo la que no lo comprendo. Tú lo distingues siempre: no se te escapa ni uno. El tipo de ruido que te hace buscar los brazos de mamá y enterrar tu cabeza en mi pecho. Y yo querría abrazarte tan fuerte que nunca más escucharas un ruido de esos. Pero mamá no puede evitarte esos ruidos, por mucho que lo desee: siempre estarán ahí. Y mamá o papá o los abuelos estarán ahí para abrazarte... aunque no siempre.
Hasta aquí podríamos decir: "Bueno, un ruido alto".
A veces era un ruido alto, a veces no. No era siempre el mismo ruido, pero era siempre el mismo tipo de ruido: el tipo de ruido que te hace taparte los oídos.
Y los ojos: tenías que cerrar los ojos.
Si hubieras tenido cuatro manos, te hubieras tapado también los ojos. Pero como sólo tienes dos y con ese tipo de ruido las tienes ocupadas tapándote muy fuerte las orejas, te limitas a cerrar los ojos. Con ese tipo de ruido, es más importante utilizar las manos para ponértelas a ambos lados de la cabeza y apretar.
Así que cierras tus oídos y cierras tus ojos, pero el ruido sigue ahí fuera. Y lo peor de todo: tú lo sabes. Y eso hace que el ruido no sólo esté ahí fuera, sino que entre en tu cabeza: y ahí se queda.
Volvemos así al principio: érase una vez un ruido, un ruido de los que se mete en la cabeza.
Ese tipo de ruido es un poco difícil de describir. Puede ser un ruido que escuchas en la cocina de mamá: la batidora para el puré, la campana que se lleva los malos olores... una vez, lo recuerdo, fue ¡el horno! Y no es que el horno y su ventilador hagan un ruido muy fuerte, pero es ese tipo de ruido, el tipo de ruido que te hace tener ganas de salir corriendo y meterte debajo de la cama.
Ese tipo de ruido también puedes escucharlo por la calle, andando de la mano del abuelo, por ejemplo. Se puede oír cuando hay una obra cercana, cuando hay mucho tráfico en la carretera, o, incluso, cuando todo el mundo se divierte con el pasacalles de las fiestas del barrio. Pero a ti ese tipo de ruido te hace desear que llueva para no salir de casa.
Tú, mi pequeña, sabes muy bien de qué tipo de ruido se trata. Soy yo la que no lo comprendo. Tú lo distingues siempre: no se te escapa ni uno. El tipo de ruido que te hace buscar los brazos de mamá y enterrar tu cabeza en mi pecho. Y yo querría abrazarte tan fuerte que nunca más escucharas un ruido de esos. Pero mamá no puede evitarte esos ruidos, por mucho que lo desee: siempre estarán ahí. Y mamá o papá o los abuelos estarán ahí para abrazarte... aunque no siempre.
martes, 3 de mayo de 2011
Un cuento para Zoe
Este cuento está escrito pensando en mi hija Zoe. Ella se asusta de algunos ruidos. Sé que se va a parecer mucho al de "Una mujer difícil", es inevitable, porque habla de niños pequeñas, de ruidos que asustan y de que a veces no hay una solución clara a todo esto. De todas formas, en los comentarios voy a poner el cuento de Irving, que se titula " El ruido que hace alguien cuando no quiere hacer ruido" y que ha sido publicado de forma independiente por la editorial Tusquets en 2004.
Este no es un cuento de hadas y creo que tiene que ser, sobre todo, un cuento visual, porque este ruido es muy visual. Al menos yo lo veo así.
Un ruido que te obliga a taparte las orejas es un ruido que se mete dentro de tu cabeza y te obliga a mirarle.
Es un ruido insidioso, es un ruido del que tener miedo... no me extraña que Zoe tenga miedo de este ruido.
Este no es un cuento de hadas y creo que tiene que ser, sobre todo, un cuento visual, porque este ruido es muy visual. Al menos yo lo veo así.
Un ruido que te obliga a taparte las orejas es un ruido que se mete dentro de tu cabeza y te obliga a mirarle.
Es un ruido insidioso, es un ruido del que tener miedo... no me extraña que Zoe tenga miedo de este ruido.
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